Historia

Historia

En plena campiña, en la franja oriental de la provincia de Sevilla, a ochenta y cuatro kilómetros de la capital, entre los términos de La Luisiana, Écija y Palma del Río, se encuentra este núcleo de población fundado por el Rey Carlos III a finales de 1769.

Cañada Rosal tiene en la actualidad una población que ronda los 3.067 habitantes y su término municipal una superficie de 25,5 kilómetros cuadrados de extensión.

Al sur de Despeñaperros, puerta de Andalucía, se llevó a cabo, en la segunda mitad del Siglo XVIII el más ambicioso proyecto reformista de la Ilustración española: la colonización y creación de las llamadas Nuevas Poblaciones.

Se denominan Nuevas Poblaciones a las ciudades y pueblos fundados de nueva planta. Ellas son el resultado de una política de colonización interior llevada a cabo con varios objetivos, entre los que se encuentra el de suprimir fuertes desequilibrios territoriales, mejorando el aprovechamiento de los recursos.

En plena primavera del año 1766, llega a la Corte una propuesta del coronel bávaro, von Garpar de Thürriegel, en la que ofrecía seis mil colonos centroeuropeos para poblar las tierras vírgenes de América. La idea tuvo acogida por parte del gobierno español, pero el objetivo sería otro: repoblar la zona desértica que se extendía a lo largo del camino real que unía la Corte con Sevilla y Cádiz.

Coincidiendo con la orden de expulsión de los jesuitas de España se hace pública las condiciones de la contrata, promulgándose el 5 de Julio de 1767 el Fuero de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, amplio manual donde se recoge todos los detalles y pormenores relacionados con la obra colonizadora.

El objetivo de esta empresa era variado y múltiple. Pero podríamos entresacar tres motivos o razones fundamentales que justifican este importante proyecto. El principal objetivo era poblar una importante porción de tierras baldías, siendo el segundo acabar con el bandolerismo que existía en la ruta que unía la Corte con el sur, y en tercer lugar crear una sociedad reformada, nueva, utópica e idealista que sirviera de modelo al resto de España y a la propia Europa.

Así el monarca Carlos III, Campomanes, Muzquiz y Pablo de Olavide, junto a otros, hicieron posible que hombres de distintos puntos de la geografía europea vinieran a transformar unas tierras cuajadas de matorrales, lentisco, jaras y encinas en pueblos vivos.

Un claro ejemplo de ello es Cañada Rosal, creada en baldíos de la ciudad de Écija con familias extranjeras llegadas de los más dispares rincones de Centroeuropa, los cuales no traen más que sus manos, su trabajo y un montón de esperanza, lo que junto a una suerte de 56 fanegas de tierra, un arado, un azadón, dos vacas, cinco ovejas y granos para la primera sementera, comienzan dirigidos por el Superintendente Olavide, a convertir una tierra baldía en una tierra productiva y competitiva con el resto de las tierras de la campiña sevillana y cordobesa.

El lugar donde se crea Cañada Rosal, localizado por el Comandante Civil de La Luisiana don Ceferino Jiménez y que describe a don Fernando de Quintanilla, subdelegado de las Nuevas Poblaciones de Andalucía, como “una buena porción de tierras llamadas de Cañada Rosal con un gran pozo de agua, otra fuente, un arroyo permanente, varios pedazos grandes desmontados por pelantrines de Écija, una fuente que llaman de la Alcoba y el pozo de los Albercones; todo el terreno vestido de palma y malezas a propósito para barracas, cuyas tierras son de la mejor calidad...”.

La tarea no era fácil, el duro clima de esta zona, el duro trabajo, las pésimas condiciones de vida y la intransigencia de algunos pueblos vecinos, hicieron que muchos murieran en el empeño sin poder haber hecho realidad el sueño proclamado por Thürriegel de conseguir vivir en el “paraíso del sur de España”.

A pesar de todas las adversidades, este núcleo como todos los demás, continuó trabajando y luchando, bajo el mismo Fuero por el que se regían las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, hasta que en el año 1835, la Reina Gobernadora doña María Cristina lo deroga y se incorpora, dentro del municipio matriz de La Luisiana, a la provincia de Sevilla.

A partir de aquí Cañada Rosal se desenvuelve entre luces y sombras y los claroscuros de una historia cuajada de fuertes vivencias, de duro trabajo, de emigraciones masivas y de búsqueda de sus señas de identidad como pueblo. Señas de identidad que Cañada Rosal, aunque de forma latente, siempre ha mantenido desde su fundación conservando muchos apellidos de los primeros colonos como Hebles, Fílter, Duvisón, Rúger, Hans, Delis..., y manteniendo costumbres y tradiciones legadas por los fundadores como la Fiesta de los Huevos Pintados de fuerte implantación en la cultura de este pueblo. El espíritu ilustrado se palpa en las calles y plazas de este pueblo que rinde homenaje a la fundación y a los hombres y mujeres que hicieron posible poniendo sus nombres a muchas de ellas.

Pero es a partir de la década de los sesenta cuando empieza a despertar y a luchar, a través de la cultura popular, por un verdadero desarrollo económico, cultural, social y político. Coincidiendo con la creación de Cañada Rosal como Parroquia el 26 de Julio de 1964 bajo la advocación de su Patrona Santa Ana, en los locales de la Casa Rectoral, se crea el primer Teleclub de la provincia de Sevilla, donde se lleva a cabo un amplio y comprometido movimiento social y cultural, en torno al cual gira la vida de este pueblo y que llegaría a concretarse en la década de los 70-80, con un gran despliegue cooperativista, empresarial y de progreso.

El espíritu cooperativo iniciado por un grupo de jóvenes ilusionadas y emprendedoras que llevan a cabo la creación de una cooperativa de punto y costura en el año 1977, se plasma unos años después con un ambicioso proyecto que vendría a transformar la vida de este pueblo sevillano. Ese sería la creación de COENCA (Cooperativa de Envases Cañada Rosal), que ha sido capaz de hacer realidad el sueño de todo un pueblo, donde más de doscientas familias colonas y jornaleras encuentran en ella el pan nuestro de cada día, donde todos se sienten patronos y obreros y donde todo el personal, sin excepción, desde el más al menos cualificado son obreros que cambiaron el surco y la besana de una tierra que no prometía por las máquinas y el progreso, siendo capaces de hacer realidad el gran sueño ilustrado de Olavide de que todo hombre y mujer tenga en su tierra su puesto de trabajo y su vivir, sintiéndose protagonista de su propio destino.

A este movimiento económico, cultural y de progreso, se suma la lucha anhelada durante muchos años por conseguir su segregación del Municipio de La Luisiana y pasar de aldea a pueblo.

Después de un largo proceso, pero siempre con el consentimiento y el mutuo acuerdo entre los representantes y vecinos de La Luisiana y Cañada Rosal, el 27 de Agosto de 1986, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, aprueba el Decreto de Segregación que convierte a la colonia carlostercerista de Cañada Rosal en el municipio 103 de la provincia de Sevilla y en el más joven de todos los que integran la familia de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía.

Una decisión que algunos pueden no compartir en unos tiempos en los que caminamos en busca de la unidad de una Europa sin fronteras ni divisiones, pero nadie puede frenar la libertad de las colectividades a decidir por sí mismas, derecho legítimo que nadie puede arrebatar a un pueblo. Los aciertos y los fracasos, las decepciones y las esperanzas de un pueblo tienen que ser aceptadas y compartidas por el propio pueblo.

Esta Segregación de Cañada Rosal del municipio de La Luisiana al que ha estado unido durante más de doscientos quince años ha servido para que una vez superadas las rivalidades, caminemos más cerca uno de otro, mancomunando servicios y demostrando que el principio de independencia no es incompatible con otros valores humanos como la unidad, la solidaridad y la fraternidad entre los pueblos.

Con esta independencia política y administrativa se demuestra que el legado de las siete generaciones que hicieron los cimientos de nuestras casas, que pusieron en cultivo nuestros campos, que parieron nuestros vivos y enterraron nuestros muertos no ha sido en balde. La mayor empresa del reinado de Carlos III se justifica y engrandece en realidades como la de Cañada Rosal, acometiendo su nueva singladura con esperanza e ilusión y sintiéndose protagonista de su propio destino.

Cañada Rosal acomete el siglo XXI trabajando por hacer realidad el proyecto reformista e ilustrado de aquellos soñadores del siglo XVIII, sembrando esta tierra de sueños y realidades con la mirada puesta en un esperanzador horizonte de futuro.

Texto: José Antonio Fílter Rodríguez
Cronista Oficial de Cañada Rosal